Respetar el espacio: una lección desde la sabiduría animal

Desde que somos pequeños, en general no se nos enseña a respetar nuestro propio espacio ni el de los demás.

Muchas veces hemos vivido situaciones donde, sin mala intención —y en ocasiones incluso con la creencia de estar actuando “desde el amor”—, nuestro espacio físico o energético fue invadido: un abrazo no deseado, un beso impuesto o una insistencia por hablar de nuestras emociones cuando en realidad necesitábamos un momento para nosotros mismos.

O por el contrario, también puede ocurrir que no hayamos recibido el afecto físico o emocional que necesitábamos. Y, al no tener ese sostén, aprendimos a protegernos levantando barreras, rechazando la cercanía para no volver a sentir esa carencia.

En esas etapas tempranas, mientras construimos nuestra manera de vincularnos con el mundo y aprendemos qué es lo aceptado y qué no, adquirimos patrones que muchas veces no son los más saludables ni mucho menos conscientes.

En base a esto tendemos a buscar afecto de una u otra forma, pudiendo ser de manera desmedida, invadiendo el espacio físico y/o energético del otro desde la exigencia de cariño físico o emocional como reflejo de nuestras propias carencias. U otros evitamos el contacto por miedo a volver a ser heridos, manteniendo una distancia que nos hace sentir protegidos, aunque nos aleje.

Los animales son grandes maestros que nos muestran estos patrones con amor y claridad. Aquellos que han crecido en un entorno equilibrado, pudiendo aprender de sus madres y de su entorno familiar animal, han aprendido a recibir el amor que necesitaban, a expresar afecto, pero al mismo tiempo a poner límites cuando sienten que se invade su espacio físico y/o energético.

¿Lo has notado?

Perros y gatos, por ejemplo, se acercan a pedir mimos y contacto cuando así lo sienten, pero también se alejan cuando no lo desean. Si invadimos su espacio, lo comunican con un gesto claro: un mordisquito suave, un gruñido o simplemente marchándose. Nos enseñan que amar también es saber decir “ahora no”. Que el verdadero equilibrio está en respetar lo que cada uno necesita, en cada momento.

Lo cierto es que no siempre sabemos entender estas señales o mensajes que nos reflejan nuestros propios patrones. Por eso es tan importante reflexionar:

  • ¿Desde dónde damos afecto?
  • ¿Desde dónde lo esperamos?
  • ¿Qué anhelo se esconde detrás de ese impulso de buscar contacto?

Te invito a observar con más conciencia a los animales. A no juzgar si uno de ellos no quiere contacto físico. Muy por el contrario, admíralo. Está ejerciendo un profundo acto de amor propio y de respeto hacia sí mismo.

Y si eso te incomoda, si sientes rechazo o que duele, tal vez sea una invitación a mirar dentro de ti desde dónde estás deseando que ese animal te de su amor… y pregúntate qué parte tuya necesita ser amada o validada.

Aprendemos a respetar el espacio y los límites de los demás cuando comenzamos a respetar los nuestros. Y eso se refleja en la forma en que nos relacionamos, en cómo nos damos y en cómo recibimos.

Te animo a que observes esto en tus relaciones que estableces día a día, para así poder quererte y respetarte, porque la máxima expresión de amor, es permitir que el otro se expanda y exprese desde su verdadera esencia.

2 respuestas

  1. Hola y cuando nuestro perro es muy intenso y todo el tiempo quiere estar contigo y que lo estés acariciando?
    Muchas gracias por su respuesta

    1. Hola Sandra:
      Pues habría que ver por qué necesita ese contacto tan intenso y continuado por su parte, cómo se siente, y qué necesita en caso de que esto le desequilibre o a ti. Siempre el comunicar con ellos para entender qué quieren decirnos es importante para saber de donde viene esa forma de actuar y cómo ayudarles.
      Un abrazo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *