Hay momentos en los que todo encaja. En los que el cuerpo, la mente, las emociones y el alma parecen caminar juntas, como una orquesta afinada en la misma nota.
Eso es la coherencia: ese estado sutil y profundo en el que cada parte de nuestro ser se alinea y vibra en armonía con una intención, una verdad, una presencia.
La coherencia no es perfección. Es sinceridad.
Es permitirnos habitar lo que somos sin contradicción interna.
Es reconocer cómo se siente el cuerpo cuando decimos “sí” desde el corazón… y cómo se contrae cuando traicionamos esa voz sutil que nos guía.
La coherencia nos cohesiona.
Nos conecta con los demás.
Con los animales.
Con la Tierra.
Con la música del mundo.
Cuando estamos en coherencia, nuestra presencia se vuelve medicina.
Resintonizándonos
En Volviendo al Corazón, hablamos mucho de esa escucha fina, de esa sintonía con uno mismo y con el entorno. A veces, basta una pausa para regresar a ese centro vibrante que todo lo une.
Te proponemos un pequeño ejercicio para cualquier momento del día en el que quieras observarte con honestidad y ternura:
- Detente. Respira profundamente tres veces. Suelta el ruido mental, como si dieras espacio para escuchar desde dentro.
- Hazte esta pregunta: “¿Estoy en coherencia ahora?” (¿Lo que pienso, siento, digo y hago están en la misma línea?)
- Escucha la respuesta sin juzgar. Puede venir en forma de una imagen, una sensación en el cuerpo, una palabra… o un silencio.
- Si no estás en coherencia, pregúntate: “¿Qué parte de mí necesita ser escuchada para volver al corazón?”
- Vuelve. A través de un gesto, una palabra honesta, una respiración más consciente, una elección distinta.
Este sencillo acto de presencia puede transformar tu día. Y recordarte que la coherencia es un regreso constante, no un estado fijo.
Gracias por caminar con nosotras en este viaje hacia el corazón.
Sigamos encontrando esa nota común que todo lo une… y que hace que nuestra vida cante.