Nos han hecho creer que vinimos a este mundo con un único propósito, una gran misión, algo concreto que debemos descubrir cuanto antes para que nuestra vida tenga sentido.
Y claro… con ese anhelo continuo, no es raro que sintamos ansiedad, frustración o incluso culpa por no “haberlo encontrado” aún.
Pero ¿y si no hubiera un solo propósito?
¿Y si la vida estuviera hecha de muchos pequeños grandes propósitos, que cambian, evolucionan y nos van encontrando a medida que caminamos?
Estar presentes. Escucharnos. Sentir. Aprender a amar. Acompañar. Jugar. Crear. Descansar. Sembrar. Recordar quiénes somos. ¿No son todos ellos propósitos en sí mismos?
Quizás el propósito no sea un punto fijo al que llegar, sino una danza con la vida que se despliega momento a momento, si estamos dispuestos a habitar el camino.
Te invito a hacer un ejercicio siempre que lo sientas para caminar tus propósitos en lo cotidiano:
Al final del día, busca un momento de silencio, cierra los ojos y hazte estas tres preguntas:
1. ¿Qué he hecho hoy que ha alimentado mi alma?
Algo que te haya conectado con la vida, con el gozo, la presencia o el amor, aunque sea muy pequeño.
2. ¿A qué le he dicho “sí” desde el corazón?
Una decisión, una palabra, un gesto. Algo que sientas que ha estado alineado con tu verdad.
3. ¿Qué propósito me ha habitado hoy?
Puede ser acompañar, aprender, descansar, crear, sentir… No hay respuestas incorrectas.
Puedes escribirlo en un cuaderno especial, como un diario de propósitos vivos.
Con el tiempo, verás cómo se va revelando un mapa precioso de tu caminar interior.
Desde Volviendo al Corazón, creemos en ese camino vivo, múltiple y orgánico.
No tienes que tenerlo todo claro. Solo dar el siguiente paso desde el corazón.
Lo demás… se irá revelando.